seremos nada más y nada menos, felices garfios.
las entrañas de un viaje.
un tiempo estuvo la nube sobre la iglesia,
una rosa enrojeció por la tarde,
un pálido desconcierto de trinos al despertar.
las mesas del bar están solas cuando llueve.
un anclaje en el tiempo
esta plaza.
hay recursos que las hormigas comprenden.
hay muebles que simpatizan con el polvo,
y hay legados, papiros, resoluciones
que dictan lenguas,
algunos vuelos, algunos logros.
aún dudo.
aún duermo.
aún busco conflicto.
aún dudo
seremos animales de conocimiento
creo descubrir un pellejo menos, una línea de vida menos en la mano
clavaremos aguijones
______ adiós
olvida este cuerpo el hábito
olvida quizás la carne y la mendicidad
el paisaje y el puñal herido
entre todos los conjuntos no hay uno solo
y no digamos entre tu y yo.
allá habitarán garfios serenos
colmados,
aquí nos cortan las manos sin tiento,
allá saben qué hacer, bebamos por el sufrimiento.
Un rincón desnudo.
Huye la bondad en este último verso.
miércoles, 30 de octubre de 2013
lunes, 28 de octubre de 2013
novela
Era casi invierno,
y la calor poco le importaba,
era casi invierno,
era un octubre moderno.
Llevaba gafas de sol antiguas,
llevaba gafas y no veía.
Llevaba un bolso lleno de olvidos.
Y la cabeza metida en él.
Era martes y los colmillos sangrientos.
Era martes, sin saberlo manejó las luces de la calle.
Fue ganas de comprar un libro en Gibert Jeune.
Fue aroma un instante de cemento castizo leguminoso y brillante,
un embargo solicitado de vida por un café,
una nube densa.
Eran pájaros en martes los que cantaban.
En las avenidas largas de la ciudad.
En sus árboles muriéndose.
Era casi invierno.
Chorreaba aceite negro de los coches,
y las demandas de esclavismo se dispararon.
En las fábricas donde se hace la verdad
hombres menudos curtían sus lenguas
para que otros más altos hablasen.
Debiera ser un invierno controlado como otros,
los coches, eso sí, nunca se quejaron.
Y él con sus gafas antiguas, con sus colmillos sangrientos, con su martes,
todo a cuestas, encima como
un sueño que nunca se deja de soñar.
Había llegado casi sin esperarlo el mes de octubre,
como esas cosas que no se advierten y se te hunden en el pecho.
Y él resultó ser un tipo huraño y desagradable
que se maquillaba antes de hablar.
Era martes y el humor lo llevaba metido en un bolso.
En un sobre. En la mano derecha.
Estuvo trabajando por dos lustros sin descanso.
O eso había pensado. Era martes, un día de duro trabajo.
En octubre, el mes de la sangre.
Y allí iba él, sangriento, al tajo.
Pero salía pronto, demasiado pronto.
Las noches llegaron antes de lo que él quiso.
Y con ellas la soledad de largas avenidas,
de los parques, de los inmensos parques por los que esta ciudad respira,
de los muelles en los que había zarpado sin saber adonde.
Era martes, casi invierno,
un calor insoportable
trajo la soledad del arbitrio y el aburrimiento
y un trozo de periódico nos informó,
con la pericia de un mentiroso,
de los arduos conflictos, del valor comprado.
Él se quitó las gafas,
sus antiguas gafas hechas de pájaros negros,
hechas de musgo antiguo de las calles de la ciudad más húmedas.
Se quitó las gafas para ver,
y antes sin ver ya veía,
incluso antes de necesitarlas.
Eso comprendió del octubre sangriento
En todos los días que acabaron en martes
él no fue sino su aliento.
Era casi invierno,
y la calor poco le importaba,
era casi invierno,
era un octubre moderno.
Llevaba gafas de sol antiguas,
llevaba gafas y no veía.
Llevaba un bolso lleno de olvidos.
Y la cabeza metida en él.
Era martes y los colmillos sangrientos.
Era martes, sin saberlo manejó las luces de la calle.
Fue ganas de comprar un libro en Gibert Jeune.
Fue aroma un instante de cemento castizo leguminoso y brillante,
un embargo solicitado de vida por un café,
una nube densa.
Eran pájaros en martes los que cantaban.
En las avenidas largas de la ciudad.
En sus árboles muriéndose.
Era casi invierno.
Chorreaba aceite negro de los coches,
y las demandas de esclavismo se dispararon.
En las fábricas donde se hace la verdad
hombres menudos curtían sus lenguas
para que otros más altos hablasen.
Debiera ser un invierno controlado como otros,
los coches, eso sí, nunca se quejaron.
Y él con sus gafas antiguas, con sus colmillos sangrientos, con su martes,
todo a cuestas, encima como
un sueño que nunca se deja de soñar.
Había llegado casi sin esperarlo el mes de octubre,
como esas cosas que no se advierten y se te hunden en el pecho.
Y él resultó ser un tipo huraño y desagradable
que se maquillaba antes de hablar.
Era martes y el humor lo llevaba metido en un bolso.
En un sobre. En la mano derecha.
Estuvo trabajando por dos lustros sin descanso.
O eso había pensado. Era martes, un día de duro trabajo.
En octubre, el mes de la sangre.
Y allí iba él, sangriento, al tajo.
Pero salía pronto, demasiado pronto.
Las noches llegaron antes de lo que él quiso.
Y con ellas la soledad de largas avenidas,
de los parques, de los inmensos parques por los que esta ciudad respira,
de los muelles en los que había zarpado sin saber adonde.
Era martes, casi invierno,
un calor insoportable
trajo la soledad del arbitrio y el aburrimiento
y un trozo de periódico nos informó,
con la pericia de un mentiroso,
de los arduos conflictos, del valor comprado.
Él se quitó las gafas,
sus antiguas gafas hechas de pájaros negros,
hechas de musgo antiguo de las calles de la ciudad más húmedas.
Se quitó las gafas para ver,
y antes sin ver ya veía,
incluso antes de necesitarlas.
Eso comprendió del octubre sangriento
En todos los días que acabaron en martes
él no fue sino su aliento.
miércoles, 23 de octubre de 2013
Huele a invierno.
Huele a ese invierno viejo
de agujeros y cojines,
de mantas olvidadas
y tardes grisáceas.
Pero no es éste que empieza a comerme dentro.
Huele a otro invierno.
A otro año. Otro momento
lunes, 21 de octubre de 2013
MÚSICA DE LAS ACERAS
Música de las aceras
¿Dónde estás?
Melodía sanguinolenta,
camino y hogar de los insectos,
de los desaparecidos.
¿ Te ocultas ? Te ocultas
en las esquinas.
En las arterias del cemento,
en los pequeños escondrijos
que los coches dejan.
Lo sé porque te llevo dentro.
jueves, 17 de octubre de 2013
martes, 15 de octubre de 2013
No me importan los recursos del sistema,
aunque he de darme cuenta.
Solo un poco de claridad,
todo está pensado antes de que oscurezca.
Las palabras perfectas
de mi boca salen como animales.
Puede sonar a viento y marea,
pero es la verdad más seca.
Un saco roto.
Y el brillo hasta en la montaña,
tus ojos tras la niebla se aparecen.
Camino lento.
No pensar en estas cumbres
como filos imaginarios,
lejos, aquí arriba, pierdo mis amuletos.
Y la voluntad sucumbe.
Arrecia el temporal de mi corazón negro,
poco a poco, menos,
paso a paso, lento.
Con tus ojos, aquí en la niebla,
me vuelvo loco:
penetro hasta donde puedo,
la paciencia es mi defecto,
el más grande de mis amuletos
nunca fue robado.
cuaderno negro, 2010
lunes, 14 de octubre de 2013
Tres jóvenes han muerto disfrazados,
venían de una fiesta.
Pero han acabado mal
nadie sabe qué les ha ocurrido.
Tres personas han traído
un disfraz para esta fiesta
tres jóvenes flamígeros,
tres postales de una vida.
Unos dicen que se estrelló su automóvil,
otros que una sobredosis,
unos dicen que estrés
otros que sufrimiento,
otros más recuerdan más cosas,
qué barato es el mundo.
Ya no están ni requieren.
Para que sientas que cada minuto
forma parte de ti.
Ya no están.
Ya no están,
tres ´jóvenes flamígeros que ya no están,
ni requieren,
tampoco necesitan.
Tres humildes personas,
tres juventudes disfrazadas,
una llamarada de la boca de un dragón,
un fogonazo a tiempo en la nuca del hombre,
tres jóvenes oscuros como los meandros del sol al dormirse,
han muerto.
miércoles, 9 de octubre de 2013
Oración
Feng-Shui
de la provocación,
el
orador ausente vocifera,
clama
en tu nombre lemas comprados.
Aquel
salvaje magno fértil impulso hacia el equilibrio,
el
perdonar más de lo debido,
o
comprar,
nos lo
han quitado. Trozo a trozo con tu pastel, propio,
inaccesible.
El orador ausente al que ahora llamas
si te
roban. Ese está perdido. Se está muriendo su
conciencia
tal cual murió él hace veinte años,
cuando
el ladrillo.
Feng-Shui
para la vida,
tener
más de lo debido puede resultar importante.
Y en
las espinas de la juventud sangrarán los errores,
las
primeras revoluciones de pétalos marchitos y caducos
en cada
temporada del año:
apatía,
equinoccio, navidad.
Y te
recuestas, digna homilía diaria.
Y te
apoltronas más y más y te escondes en la escafandra
más
profunda que tu ser fabrique. Vencido pero aún vociferante,
como el
orador nervioso que ha puesto
su
cargo a disposición del partido.
lunes, 7 de octubre de 2013
no miras donde pisas, no
I
No miras donde pisas, no.
El piano.
El coche verde.
Soy daltónico con las personas.
Un grillo perenne me desconcierta.
Quizás no sea animal sino viento.
Quizá cualquier cosa que refulja en mi cabeza como un astro.
Me dejo guiar.
Y ahora camino lento.
Sabes que el refugio es un ancho mar.
Sabes que tu cueva es posiblemente un lugar inmenso donde la abulia y el desenfreno
reinan sobre el equilibrio.
Sabes a dónde llegan los zapatos ingenuos.
Sabes qué les pasa a los invertebrados y hasta donde les crece el pus y la sangre negra.
Sabes tantas cosas que merecerías ser un insecto pisoteado.
Y acto seguido soy humano.
Y socialmente humilde desenfreno.
Parásito más de lo ajeno que trocea las cuentas corrientes, los dineros.
II
Qué mundo tan extraño de heroína
y madres muertas con el delantal puesto.
Aversión de lo moderno.
El progreso de la nada
y la sangre que rezuma por los siglos desperdiciados.
Los hombres y el talento de ser hombres,
como las hienas y su rapiña.
Los huesos han dejado de tener valor alguno.
Condéname,
sacrifícame si muerdo el anzuelo.
No me permitas acabar muerto el primer día,
como un travieso colegial con las calzas que compró padre,
el olor a betún y el jersey de algodón barato,
el pan horneado con cariño simple,
simple verdad justa, simple sol de la mañana.
Huele a muerto.
Huele de verdad por el paso del tiempo tu carne abierta
que ha dejado la heroína punzante que te subyuga
y te golpea, golpea, golpea, golpea, golpea, golpea, golpea.
III
Y quien, por salirse de la nada, abandonara
el impulso sublime de la vida, cuando es nada,
para vivir.
No se le podría criticar por avanzar como un cangrejo,
si es que sabemos lo que es avanzar,
o si apreciamos lo que representa un cangrejo.
En esas calles mojadas de orden y sobriedad,
y también en las engalanadas,
dar la vuelta al cuadro es un refugio,
una esperanza de revolución,
un quitaesmaltes.
jueves, 3 de octubre de 2013
el faro se apaga,
se apaga el faro,
su luz tiene la calma de un viento tardío.
Pienso en aquellas noches
pienso en el momento de varias soledades:
soledades del cemento que recorrí.
Recuerdo el huracán, tan vacío.
Su aire lejos.
La luz borrosa a mis ojos se va apagando,
bebe negrura de mis noches.
Dentro del faro
luciérnagas molestan,
dejan a su paso un haz de luz
que recuerda tu cara, de noche, tan perfecta.
Y luego la negrura lo absorbe todo,
y desaparece la luz y la vida se llena de lodo.
Del barro negro que hoy es polvo y mañana,
como del aire esquirlas,
se irán volando de mí, mis cenizas.
se apaga el faro,
su luz tiene la calma de un viento tardío.
Pienso en aquellas noches
pienso en el momento de varias soledades:
soledades del cemento que recorrí.
Recuerdo el huracán, tan vacío.
Su aire lejos.
La luz borrosa a mis ojos se va apagando,
bebe negrura de mis noches.
Dentro del faro
luciérnagas molestan,
dejan a su paso un haz de luz
que recuerda tu cara, de noche, tan perfecta.
Y luego la negrura lo absorbe todo,
y desaparece la luz y la vida se llena de lodo.
Del barro negro que hoy es polvo y mañana,
como del aire esquirlas,
se irán volando de mí, mis cenizas.
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