lunes, 17 de junio de 2013

En treinta años no mediamos palabra.
En invierno y en verano,
por la tarde o por la mañana,
cigarro en la boca,
cabeza gacha.

Al menos los últimos tiempos fueron así.

No recuerdo tu sonrisa,
quizá la  invento,
pero estoy seguro que existió
el momento
en el que los pájaros volaban
bajo un sol resplandeciente
y el azul intenso
te hacía sentir vivo.

Han sido treinta años sin
un solo cara a cara,
solo miradas furtivas,
inventos.

Y ahora que no estás me doy cuenta de la oportunidad perdida.



(A mi vecino, que se murió hace poco.)

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